Lo llevaron a la palestra
como a un delincuente común,
le apuntaron con el dedo,
lo acusaron, maniataron, amordazaron,
lo desheredaron del reino del cielo,
lo entregaron a la justicia,
fue discriminado y castigado
por cuanto cristiano le vio pasar.
Lo encargaron por delitos múltiples,
lo encarcelaron, le quitaron el sol y la lluvia
y al hijo el pan, el abrigo,
al padre los sueños, la libertad,
expropiaron el sustento del hogar.
Todo por tener necesidad
necesidad de ser feliz, de dormir en paz.
Solo porque nació en donde hoy muere
allí donde todo lo que suene a felicidad es relativo y temporal,
allí donde entre la piel y el pan hay solo dureza,
donde saciar el hambre es un lujo por conseguir.
Población del estigma delictual su sello
pétreas callejas, niño rostro sucio
angosto delirio de grandeza
sepulcro del llanto inviolable,
población del reino de dios excomulgado
desecho del mercado.
A quién le importa el juicio arbitrario
la descontextualización del soberano patrón de la lucha
tratado como villano, poblador
de sus hijo salvador,
de la noche emperador
de la lucha el señor.