miércoles, 20 de junio de 2007

Las Ninfas del Asesino

Cuantas quimeras mal sanas

se han hundido

con el llanto de estas ninfas del asesino.

Cuantas lágrimas se secarán

abandonadas en algún patio

como si solo fueran ruinas

de algún espacio de la historia.

Ahí cabe en tu lecho mortecino

todo el repudio de la sangre joven combatiente,

del llanto ignorante,

tu séquito de damas negras

vienen a saludarte.

Pobres gallinas cluecas

Su trinar es de espantar

Con aliento de azufre

Llenando de susto

Al criminal augusto.

¡ay! de este ejército de ninfas

cuanta miseria en sus cabezas

haciendo vigilia al genocida

póstumo patético homenaje

a este tanque sin blindaje.

¡Ay! de todas estas ninfas

con su alarido espantoso, himno horroroso

también para algún juez misericordioso.

In memoriam tendrá

la nueva libre oración

de gargantas secas la explosión,

nuestro muerto bien muerto

en cenizas tu infame esqueleto.

¡Ya no es nada!

danza en el infierno.

¡Ya no es nada!

Cazador de todo lo ajeno

Inefable caballero de lo peor.

In memoriam tendrás

tu epitafio

la nueva canción

y de puño y letra de este autor

al hombre de mil obituarios

para la fortuna del país

¡Adiós! para este infeliz

¡Adiós! Bandolero mercenario.

El Roble

Acaso sería grueso

el roble que quiso ser pedestal

firme para mis movimientos

Acaso tocaría el cielo

con sus ramas de greda

o las raíces metálicas

en su profunda combustión humana.

Sería el castillo azul

aquel roble del pedregal

trascendido a floresta.

En sus cascabeles prominentes

colgaría mis harapos húmedos de vida

para que el trémulo soplido

rasgue las prendas hasta hacerlas mariposas.

Romper la corriente

Llenando de vino todos los vasos

entintado con la sangre de sus maderos.

¡Tempestad!

fatigando el rocío matinal de la fe

encausando el todo a nada.

¡Tempestad!

dejando claro cuanto corazón

viviendo en su razón.

Quién fuera feliz viejo roble

sin hijos en el vientre

o sin padre con vientre a donde acudir.

Quién fuera hombre

sin madre en casa

o madre sin hombre ni casa.

Ahí donde termina

tu copa bañada en sudor

comienza nuestra corona

de premio mayor, de gloria.