martes, 28 de abril de 2009

Preambulo del Desesperado

No queda más que este inmenso abismo

congelado, acostado entre la nada y el todo

cerca de ese todo que casi nunca es algo

a veces tan maravilloso, a veces tan espantoso.

Ausente de mi propia construcción

al borde del abismo,

mi cabeza cayendo como volantín

sin hilo al piso

tal como la lluvia.

Esperando aquello que pedía desde las cimas

en tantos colores, ya todos sabían

cuando en mi espalda llegaba el sol

expandido como pandemia por toda la piel

quemándome a ciegas, a sordas, a mudas

con coronas para difuntos

desde la pura inconsciencia hasta mi imaginación más mediada

quemado de extremo a extremo

sin limpiar las calles de mi sangre,

acuchillado por desgraciados, borrachos ciclos espaciales

en mi trono negro.

No me queda más que este abismo inmenso

sentado yo, en la orilla de las fayas naturales de mi pecho,

aquí riéndome de un día más

con sonrisa de piedra bruta, la más profunda.

Sentado esperando lo pedido

en manifestaciones con pancartas y pliegos de peticiones en las nubes

en los batiscafos del abismo que me espera.

¡Y ahora! Que he decidido caer

atado de manos, con los mojos cerrados

los pies cercenados

me llegan los sueños como diamantes bellos

como dinero libremente sucio y alas rotas

con hilos para zurcir.

Solo a dios, a dios le dejo

mis cuchillos, mi corona y mi altar

solo Adios