No queda más que este inmenso abismo
congelado, acostado entre la nada y el todo
cerca de ese todo que casi nunca es algo
a veces tan maravilloso, a veces tan espantoso.
Ausente de mi propia construcción
al borde del abismo,
mi cabeza cayendo como volantín
sin hilo al piso
tal como la lluvia.
Esperando aquello que pedía desde las cimas
en tantos colores, ya todos sabían
cuando en mi espalda llegaba el sol
expandido como pandemia por toda la piel
quemándome a ciegas, a sordas, a mudas
con coronas para difuntos
desde la pura inconsciencia hasta mi imaginación más mediada
quemado de extremo a extremo
sin limpiar las calles de mi sangre,
acuchillado por desgraciados, borrachos ciclos espaciales
en mi trono negro.
No me queda más que este abismo inmenso
sentado yo, en la orilla de las fayas naturales de mi pecho,
aquí riéndome de un día más
con sonrisa de piedra bruta, la más profunda.
Sentado esperando lo pedido
en manifestaciones con pancartas y pliegos de peticiones en las nubes
en los batiscafos del abismo que me espera.
¡Y ahora! Que he decidido caer
atado de manos, con los mojos cerrados
los pies cercenados
me llegan los sueños como diamantes bellos
como dinero libremente sucio y alas rotas
con hilos para zurcir.
Solo a dios, a dios le dejo
mis cuchillos, mi corona y mi altar
solo Adios